Comprensión lectora, para alumnos del tercer grado primaria, con ejercicios basados en el texto “Si Usted No Lo Hace Otro Lo Hara”.
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Si Usted No Lo Hace, Otro Lo Hará
Un aldeano viejo y sordo se pasaba los días en el patio de su casa junto al camino, construyendo unos comedores para cerdos que solía vender.
El anciano, que tenía algo de sabio por los observadores, se había fijado que la gente jamás se burla de los ciegos, pero a menudo hace chistes a costas de los sordos. Por eso se las arreglaba para conversar solo lo estrictamente necesario, de modo que sus clientes no descubrieran su sordera.
Eso era fácil, además, porque la gente que pasa por los caminos es la menos imaginativa del mundo. Si ven a un anciano haciendo un comedero para los cerdos, es seguro que preguntaran:
“¿Que está haciendo, abuelo?” y respondía con toda seriedad. “Un comedero para chanchos”.
Si el tipo “solo hablaba por hablar”, seguiría su camino. Pero si realmente necesitaba un comedero, preguntaría de inmediato: “¿Y cuanto pide por uno?” “Quinientos pesos vale”, era su segunda respuesta, que no faltaba. Si el pasajero no seguía su camino ni se echaba la mano al bolsillo para pagar, era que estaba diciendo: “¡A ese precio no lo compro”. Pero el anciano sabia que esa era una forma disimulada de pedir rebaja, y su tercera respuesta no fallaba jamás: “Si usted no lo hace, otro lo hará”.
Así se las había arreglado el aldeano para hacerse fama de serio, de poco amigable, de carero, de trabajador, de huraño, pero no de sordo.
Cierto día, como otras veces, un viajero se detuvo frente a su casa. El anciano se dio cuenta de que iniciaría su interrogatorio, y se apresto a responder, repasando su conversación imaginaria, actividad que le consumía buena parte del tiempo.
El viajero pregunto cortésmente cual era el camino hacia la estación de ferrocarriles.
– Un comedero para cerdos – contesto el viejo casi sin mirarlo.
– Ya lo veo –dijo el viajero-, pero yo quiero saber el camino a la estación.
– Quinientos pesos solamente –dijo el anciano, poniéndose a tono con los ademanes gentiles del viajero.
– Si piensa tomarme el pelo –aseguro el caminante-, le daré una buena punta pie en el trasero…
– Si usted no lo hace, otro lo hará – exclamo el aldeano, escogiéndose de hombros con aire despreocupado.
Preguntas
1) ¿Qué hacia el anciano viejo y sordo todos los días?
R:
2) ¿De qué se había dado cuenta el anciano?
R:
3) ¿Qué hacía para que no se dieran cuenta su sordera?
R:
4) ¿De qué había ganado fama?
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5) ¿Qué paso un día con un viajero?
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por Krisna Villegas